No suele ser la norma, pero en bastantes ocasiones el cine ha hecho un flaco favor a la literatura. Lo digo porque muchos espectadores, al ver una adaptación cinematográfica de una obra literaria, creen ingenuamente que ya no es necesario leerla y, en definitiva, caen en el error de juzgar y catalogar la literatura mediante el cine. Creo que Amy Foster es un ejemplo de ésto, pues muchos son los que, tras ver esta película, han considerado de corte romántico este relato de Conrad. Sin embargo, nada más lejos de la intención de Joseph Conrad al escribir esta novela corta. Es más, en la obra no hay ni un solo diálogo entre Amy y Yanko, ni una sola escena romántica -si es que la observación de un comentarista objetivo viéndoles pasear juntos puede serlo-;unicamente están solos en escena en una ocasión y ésta está lejos de ser ni tan siquiera "cariñosa", ya que en ella se nos presenta a Amy "espiando hasta el menor movimiento o voz del marido, con terror, con el más irracional terror de aquel hombre que no llegaba a comprender". Y en la misma, cuando él le insta, le concomita, le ordena a Amy que le de agua -Yanko está medio muerto, con una fiebre altísima, pero ella no comprende sus palabras-, no hace sino "aumentar el miedo que aquel hombre raro le inspiraba".
Y esto de romántico más bien poco.
El caso es que final de esta lectura me sobrevino la inquietante impresión de que toda la vida de Yanko -todo su dolor, su desesperación, sus inquietudes, sus miedos, sus alegrías, todo- tuvo como fin último darle un hijo a Amy Foster.
Ella, la mujer que le devolvió con media hogaza de pan blanco a la vida y que restableció su fe en la humanidad a través de la compasión femenina. Ella, quien al cabo, es la misma mujer que le arrebata esa vida, abandonándole en el último instante, huyendo con el hijo en brazos, perseguida por el hombre a quien salvó del hambre, la desesperación y la soledad... No parece sino que Amy lo hubiera sabido de forma inconsciente, y de ahí su compasión y su falta de temor ante el hombre extranjero, absolutamente diferente a lo que ella ha conocido durante su vida.
Es como si el Destino hubiera urdido el plan: unir la civilización que ella representa y la barbarie que Yanko personifica (el doctor Kennedy compara a Yanko, al menos en dos ocasiones, con una criatura selvática) y que para llevarlo a cabo a Amy Foster le hubiera sido concedida la virtud de la compasión.
Yanko es el conquistador ya conquistado de antemano, mucho antes de partir desde sus montañas de los Cárpatos a la tierra prometida de América. Naufrago en el mar del Norte acaba en un pueblo de la costa de Inglaterra, donde nadie le da ni tan siquiera la oportunidad de dar a conocer su cultura -su lengua, sus costumbres, sus bailes-. Cortan de raíz sus intentos de expresión, no le permiten ni aceptan que Yanko sea él mismo. Su aceptación en la comunidad es cuestión de tiempo y de oportunidad, pero cuando ésta se le presenta, aun siendo bien aprovechada, no es completa. Le sobreviene gracias a que salva la vida de una niña. Las gentes se muestran agradecidas, recompensándole sobretodo de forma material: le pagan un salario fijo, permiten su boda con Amy, les regalan una casita con terreno, pero continúan cerrados herméticamente al carácter del estranjero. Ni siquiera Amy, cuando ya es su mujer, trata de aprender su lengua y su cultura, demostrando una cerrazón que roza la estupidez y que ni el amor es capaz de quebrar. Es la barbarie afrontada desde la incultura y la ignorancia.
Con arreglo a la actitud de Amy hubo un detalle que en parte sí me gustó de la película..., y es que si bien el Dr. Kennedy no juzga abiertamente en la novela, sí lo hace en el film, y de ahí su desprecio hacia Amy. Esa forma de pensar del doctor es algo que solo se puede apreciar entre líneas en el relao de Conrad, es decir, el juicio moral que el autor sugiere es ofrecido sin ambages en la película, pero siempre dejando en manos del espectador la decisión de condenar o no la actitud de Amy Foster para con su marido Yanko.
Entender a Amy o no entenderla, juzgarla o condenarla...
Puede que así lo quisiera el Destino, puede que la muchacha no llegara a más, pero ahí nos queda la metáfora del salvaje en tierras -supuestamente- civilizadas y la sospecha de que todo acto de compasión no queda sin compensación... sea ésta del orden que sea.
No he leído, ni he visto Amy Foster...y con lo que cuentas se me ha abierto "el apetito" por leer la obra. ;)
¡María, ya estoy deseando leer la reseña que le harías!
Es un relato muy interesante. Creo que has enfocado muy bien tu comentario. En mi blog he puesto un post acerca del mismo.