Alianza Editorial, Madrid, 1998.
Doña Perfecta fue publicada por entregas entre marzo y mayo de 1876, en la "Revista de España". Como libro se editó en mayo, y a finales de ese mismo año se publicó una segunda edición con cambios en el final de la historia. Esta novela forma parte del ciclo de novelas de tesis o de la intolerancia (1876-1878), constituido además por Gloria (1876-1877), Marianela (1878) y La familia de León Roch (1878). En ellas Galdós deja traslucir su preocupación por los males de la realidad social en la España de la Restauración, cuando los Borbones regresan al poder tras la Primera República Española, y es que Galdós, junto con otros intelectuales, ve peligrar los logros de la Revolución del 68. Estas novelas son engendradas bajo ese temor y, por lo tanto, planteadas como instrumento de denuncia de los graves males de la sociedad española: ponen en tela de juicio el fanatismo religioso y la intransigencia, la hipocresía, la intolerancia, el inmovilismo cultural y social que conllevan a diversas injusticias sociales; y todo ello aderezado con la cruel ignorancia de las clases bajas y medias.
Doña Perfecta cuenta la historia del joven ingeniero Pepe Rey, educado en Madrid, que llega a la ciudad provinciana de Orbajosa para pedir la mano de Rosario de Polentinos con el fin de complacer los deseos de su padre, don Juan Rey, y de su tía paterna y madre de Rosarito, Doña Perfecta. En la dura y cerril Orbajosa, la personalidad liberal y progresista de Rey se enfrentará al mundo hipócrita, sórdido y mezquino que impera en la ciudad, totalmente dominada no ya tanto por los caciques (Cristóbal Ramos, a. Caballuco), como por los canónigos (don Inocencio) y la influencia de Doña Perfecta. El conflicto es inevitable, y lo que pudo ser una bonita historia de amor acabará en tragedia: Pepe Rey es asesinado por pretender raptar a Rosario y el hecho queda enmascarado como suicidio, Rosario enloquece, Doña Perfecta se entrega aún más a la exaltación religiosa para acallar su conciencia y don Inocencio, verdadero instigador implacable de Rey, es presa de una profunda crisis de conciencia...
Se trata de una novela de estructura sencilla en la se hace uso de técnicas clásicas para la presentación de los personajes, de la acción, de la trama y del rápido desenlace. El tema central es la intoleracia religiosa, ese fanatismo y cerrazón que arrasan con todo a su paso, que oprime y anquilosa el espíritu más que ensalzarlo. Ese fanatismo, en parte, conduce a la hipocresía, omnipresente en la novela ("las personas que parecen buenas y que no lo son"). Esa doblez se percibe también a la hora de presentar la trama, pues existe un constante clima de ambigüedad que se refleja mediante los recursos literarios de la ironía y el contraste.
En esta línea de las riquezas de perspectivas se encuadra la simbología de los topónimos y nombres propios de los personajes.
Así, Orbajosa presenta múltiples concepciones de si misma, dependiendo de quién la describa:
- Para don Cayetano de Polentinos, cuñado de Doña Perfecta, erudito y bibliófilo local, Orbajosa es Urbs Augusta.
- Para los padres de Pepe Rey, es un lugar idílico, soñado desde la infancia.
- Para Pepe Rey, Orbajosa es poco menos que un muladar, una "horrible bestia que en él clavaba sus feroces uñas y le bebía la sangre". Una tierra semejante a la capa de un harapiento extendida al sol (cap. II).
- Para Pedro Lucas, a. Licurgo, así como para Doña Perfecta y los asíduos al Casino, los campos de Orbajosa son los mejores productores de garbanzos y de ajos. De hecho, el propio nombre de la ciudad nos da la clave: Orbajosa, tierra de ajos (cap. XVIII). Parece un símil de la propia España.
Los nombres que los personajes ostentan es una pura invitación al cinísmo: la moralidad de Doña Perfecta Rey de Polentinos y de don Inocencio Tinieblas es por completo opuesta a las cualidades que sus respectivos nombres indican. Jacinto Tinieblas, el sobrino de don Inocencio, sí tiene un nombre acorde, dado su narcisismo; Caballuco es un héroe épico, cacique, o el animal que su nombre evoca; el tío Licurgo -el "sabio legislador espartano"- y Pasolargo son ladrones del terruño y avezados buscapleitos... Y en El Cerrillo de los Lírios no hay lírios, ni álamos en Los Alamillos, ni flores en Valdeflores, ni caballeros, sino ladrones de pura cepa y pistola al cinto, en la Estancia de los Caballeros. Los alrededores de Valleameno son áridos y desolados, Villarrica es un llano que pregona su pobreza al viajero y Las Delicias es un paraje donde "si todos los que han sido muerto y robados al pasar por allí resucitaran, podría formarse con ellos un ejército".
Don Benito en ésta novela propone una lectura simbólica de la vida española. Por un lado, tenemos a Pepe Rey, ingeniero, hombre de sólida formación y de ideas progresistas, comprensivo y liberal; y por otro, sus enemigos, que simbolizan a España conservadora y tradicional de cerrazón cultural, fanatismo religioso e hipocresía bien cultivada. Rey, frente a ellos, semejante a un inhábil Quijote decimonónico que pretende cambiar una realidad que, si bien es obsoleta, está firmemente arraigada. Estos habitantes orbajenses de rancio conservadurísmo, en lugar de tratar de enmendar sus claros defectos, eliminan orgullosamente a quienes les señalan esos defectos sociales. Por ejemplo: ante la evidencia de que la ciudad esté plagada de mendigos, los de Orbajosa salen por la tangente espetando que su comercio de ajos, garbanzos y aceite es el mejor de España..., aunque admiten que las cosechas en los últimos años han sido pésimas (caps. V y XI).
A todo esto subyace una lección moral, y es que las concepciones erróneas y tergiversadas por la falsedad moral y la vorágine de la ira, la codicia y la envidia, irrevocablemente conducen al desastre.
Doña Perfecta fue publicada por entregas entre marzo y mayo de 1876, en la "Revista de España". Como libro se editó en mayo, y a finales de ese mismo año se publicó una segunda edición con cambios en el final de la historia. Esta novela forma parte del ciclo de novelas de tesis o de la intolerancia (1876-1878), constituido además por Gloria (1876-1877), Marianela (1878) y La familia de León Roch (1878). En ellas Galdós deja traslucir su preocupación por los males de la realidad social en la España de la Restauración, cuando los Borbones regresan al poder tras la Primera República Española, y es que Galdós, junto con otros intelectuales, ve peligrar los logros de la Revolución del 68. Estas novelas son engendradas bajo ese temor y, por lo tanto, planteadas como instrumento de denuncia de los graves males de la sociedad española: ponen en tela de juicio el fanatismo religioso y la intransigencia, la hipocresía, la intolerancia, el inmovilismo cultural y social que conllevan a diversas injusticias sociales; y todo ello aderezado con la cruel ignorancia de las clases bajas y medias.
Doña Perfecta cuenta la historia del joven ingeniero Pepe Rey, educado en Madrid, que llega a la ciudad provinciana de Orbajosa para pedir la mano de Rosario de Polentinos con el fin de complacer los deseos de su padre, don Juan Rey, y de su tía paterna y madre de Rosarito, Doña Perfecta. En la dura y cerril Orbajosa, la personalidad liberal y progresista de Rey se enfrentará al mundo hipócrita, sórdido y mezquino que impera en la ciudad, totalmente dominada no ya tanto por los caciques (Cristóbal Ramos, a. Caballuco), como por los canónigos (don Inocencio) y la influencia de Doña Perfecta. El conflicto es inevitable, y lo que pudo ser una bonita historia de amor acabará en tragedia: Pepe Rey es asesinado por pretender raptar a Rosario y el hecho queda enmascarado como suicidio, Rosario enloquece, Doña Perfecta se entrega aún más a la exaltación religiosa para acallar su conciencia y don Inocencio, verdadero instigador implacable de Rey, es presa de una profunda crisis de conciencia...
Se trata de una novela de estructura sencilla en la se hace uso de técnicas clásicas para la presentación de los personajes, de la acción, de la trama y del rápido desenlace. El tema central es la intoleracia religiosa, ese fanatismo y cerrazón que arrasan con todo a su paso, que oprime y anquilosa el espíritu más que ensalzarlo. Ese fanatismo, en parte, conduce a la hipocresía, omnipresente en la novela ("las personas que parecen buenas y que no lo son"). Esa doblez se percibe también a la hora de presentar la trama, pues existe un constante clima de ambigüedad que se refleja mediante los recursos literarios de la ironía y el contraste.
En esta línea de las riquezas de perspectivas se encuadra la simbología de los topónimos y nombres propios de los personajes.
"¡Cómo abundan los nombres poéticos aquí! Palabras hermosas, realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es Paraíso y para los ojos Infierno", pensará Rey.
Así, Orbajosa presenta múltiples concepciones de si misma, dependiendo de quién la describa:
- Para don Cayetano de Polentinos, cuñado de Doña Perfecta, erudito y bibliófilo local, Orbajosa es Urbs Augusta.
- Para los padres de Pepe Rey, es un lugar idílico, soñado desde la infancia.
- Para Pepe Rey, Orbajosa es poco menos que un muladar, una "horrible bestia que en él clavaba sus feroces uñas y le bebía la sangre". Una tierra semejante a la capa de un harapiento extendida al sol (cap. II).
- Para Pedro Lucas, a. Licurgo, así como para Doña Perfecta y los asíduos al Casino, los campos de Orbajosa son los mejores productores de garbanzos y de ajos. De hecho, el propio nombre de la ciudad nos da la clave: Orbajosa, tierra de ajos (cap. XVIII). Parece un símil de la propia España.
Los nombres que los personajes ostentan es una pura invitación al cinísmo: la moralidad de Doña Perfecta Rey de Polentinos y de don Inocencio Tinieblas es por completo opuesta a las cualidades que sus respectivos nombres indican. Jacinto Tinieblas, el sobrino de don Inocencio, sí tiene un nombre acorde, dado su narcisismo; Caballuco es un héroe épico, cacique, o el animal que su nombre evoca; el tío Licurgo -el "sabio legislador espartano"- y Pasolargo son ladrones del terruño y avezados buscapleitos... Y en El Cerrillo de los Lírios no hay lírios, ni álamos en Los Alamillos, ni flores en Valdeflores, ni caballeros, sino ladrones de pura cepa y pistola al cinto, en la Estancia de los Caballeros. Los alrededores de Valleameno son áridos y desolados, Villarrica es un llano que pregona su pobreza al viajero y Las Delicias es un paraje donde "si todos los que han sido muerto y robados al pasar por allí resucitaran, podría formarse con ellos un ejército".
Don Benito en ésta novela propone una lectura simbólica de la vida española. Por un lado, tenemos a Pepe Rey, ingeniero, hombre de sólida formación y de ideas progresistas, comprensivo y liberal; y por otro, sus enemigos, que simbolizan a España conservadora y tradicional de cerrazón cultural, fanatismo religioso e hipocresía bien cultivada. Rey, frente a ellos, semejante a un inhábil Quijote decimonónico que pretende cambiar una realidad que, si bien es obsoleta, está firmemente arraigada. Estos habitantes orbajenses de rancio conservadurísmo, en lugar de tratar de enmendar sus claros defectos, eliminan orgullosamente a quienes les señalan esos defectos sociales. Por ejemplo: ante la evidencia de que la ciudad esté plagada de mendigos, los de Orbajosa salen por la tangente espetando que su comercio de ajos, garbanzos y aceite es el mejor de España..., aunque admiten que las cosechas en los últimos años han sido pésimas (caps. V y XI).
A todo esto subyace una lección moral, y es que las concepciones erróneas y tergiversadas por la falsedad moral y la vorágine de la ira, la codicia y la envidia, irrevocablemente conducen al desastre.
DON BENITO. Son palabras mayores. XD.
Mira que hace años leí Doña Perfecta y aún recuerdo la sensación que me causó esa señora. Es una opresión en el pecho que aún recuerdo... ¡Qué personaje! Uf.
¡Es tremenda esa mujer! Pero fíjate: aún con todo su carácter a cuestas, está manejada por Inocencio Tinieblas. =_= ¡Y por no hablar de la sobrina, de María Remedios! Menudo coraje por conseguir con malas mañas lo que se pretende.
Las novelas así, que le hacen hervir la sangre a uno, se agradecen, sobre todo si son de DON BENITO XD ...
¡Un abrazo, Lola!