La historia de la Leporella de Stefan Zweig es la de una pasión servil, sumisa e inquebrantablemente fiel hacia un hombre. Pero no es una pasión con trazas románticas, ni mucho menos, ni siquiera eróticas, sino la de una obsesión insana y pulida de cualquier arista sentimental que no sea el servilismo de la gratitud mal enfocada.
La protagonista, Crescencia Anna Aloisia Finkenhuber.
39 años.
Nacionalidad: suiza. (Nacida en unión ilegítima en una aldea del Zillertal, el Tirol).
Sugerencia para sus señas particulares: "Parecida a un rucio montaraz, flaco y decaído".
Su aspecto físico era de tipo caballar, no ya solo en los rasgos faciales sino también en su forma de moverse y caminar. "Todo en ella era duro, enjunto y pesado (...), le costaba pensar y era lenta en comprender", y además, terca como una mula. No obstante, no conviene olvidar que cualidades de los caballos son la nobleza y la lealtad a sus dueños; así como de los mulos la infatigable capacidad de trabajo.
Leporella -démosle el sobrenombre que se ganó a pulso- apenas sabía escribir y era seca como un sarmiento, sin pecho, sin caderas, "sin formas tangibles de la feminidad". Si como aditamento se tiene en cuenta su penetrante olor a moho y su carácter más que huraño, no extrañará que fueran pocos los hombres que se le acercaron. Su voz remitía al sonido de una "carraca" y era parca en palabras. Jamás nadie al vio reir, si acaso el barón de F., su dueño, alguna vez vislumbró la sombra de una efímera sonrisa, porque Crescencia
"también es ésto era perfectamente animal, ya que las características de las criaturas de Dios inconscientes, tal vez más cruel que la privación de la palabra, es el ser incapaces de esa bendita expresión del sentimiento que es la risa".
Era avara, pero se le perdona, pues lo hacía por temor a verse con una mano delante y otra detrás en su vejez... Y para ella, verse obligada a vivir de la Comunidad era algo deplorable, tenía esa conciencia, que ya es algo. Y es que conocía las circunstancias, las había vivido en carne propia: estuvo hasta los 12 años en un orfanato. Salió de allí para trabajar como camarera, más tarde dejó ese trabajo para convertirse en "fregona de un mesón frecuentado por carreteros" (¡carreteros, siendo ella aún una niña, Señor!). Pero Leporella, dura como el pedernal, tras haber dejado patente "su tenacidad, su furia de toro en la faena" ante quien supo verla, solo consintió salir de allí por dinero, e ingresó en una pensión para turistas de "cierto tono" en calidad de cocinera, donde fue descubierta por una cazadora de "mujeres de la limpieza" que la llevó a Viena, a la casa del barón de F., el donjuan venido a menos que transformó a Crescencia en su Leporella particular.
A veces las torres más altas parecen tan inexpugnables que nadie se atreve a conquistarlas, haciéndolas aún más retadoras. Sin embargo, en algún instante glorioso, un audaz las vence, y es entonces cuando todos se sorprenden ingenuamente de la facilidad de la empresa (es decir, la no imposibilidad de la misma).
Pero hay torres que, vencidas, conservan secretos inauditos: Leporella escondía la gratitud absoluta como obsesión definitiva y mortal.
Leporella está publicada en la editorial Juventud, 1981.
ISBN: 9788426109460
Todo, todito, todo de Zweig me lo quiero leer. Me acabo de leer uno y ahora se me han puesto los dientes hasta el suelo leyendo tu reseña. ¡Y los pelos de punta!
¡Qué personaje Leporella! Tremendo. ¡Gracias! ;)
Lola, si vieras el final, sí que se te pondrían los vellos de punta. Es aplastante. 0_0
Zweig era impecable.
Oye, ¿no tendrás pendiente de lectura el de "La impaciencia del corazón", verdad?
¡Un abrazo!
Si, tengo pendiente esa entre muchas otras. Pero, ya te digo, poquito a poco quiero leer todo lo suyo, incluyendo biografías etc. Escribió mucho y bien este Zweig, era un grande de las letras. XD