Cormac McCarthy publicó La carretera (The road, 2006) con 73 años. En aquel tiempo su hijo menor, John Francis McCarthy, tenía 8 años y cuenta McCarthy a Oprah Winfrey, en la primera entrevista televisada concedida por el autor (junio de 2007), que ser padre en edad avanzada le inspiró esta obra.
En la entrevista explica que la idea le surgió en un viaje que hizo con su hijo pequeño a El Paso. Una medianoche, con su hijo durmiendo a su lado, observó el paisaje y pensó en cómo sería al cabo de 50 ó 100 años. Anotó algunas ideas, y algún tiempo después, surgió la novela.
A sabiendas de que su hijo le inspiró, el final no sorprende. El personaje del "el padre" tiene una edad indefinida -solo sabemos que supera los 40 años-, pero está enfermo: tiene ataques de tos con sanguinolentos resultados a lo largo de toda la obra. McCarthy tendría a su hijo John Francis a la edad de 65 años. La vida se agota, el mundo es como es, y los hijos continuarán viviendo en un futuro que sus padres no verán dada la edad y la enfermedad y, como es natural, los pequeños crecerán e irán adaptándose a los cambios y al mundo que sus antepasados les han legado. Esos niños se encontrarán con malos a secas, con malos malísimos, con gente-bazofia y con gente buena... En fin: es posible que hasta existan más buenos que malos, pero ¡es que los malos hacen tanto ruido! Y ciertamente éstos parecen hasta más fuertes, pero los buenos son más resistentes. No obstante, el rosicler del último amanecer no le evita al avisado lector la sensación del fracaso al que ha llegado el hombre.
Con la lectura de esta novela es inevitable no pensar en la Humanidad asumiendo las consecuencias de su trato con el planeta... Y es aterrador plantearse una existencia así. Por eso, lo que más toca la fibra sensible es la apabullante esperanza que se trasmiten ambos personajes, padre e hijo. Su capacidad de lucha y de superación. O la asombrosa dimensión humana de ese chico.
Sin duda, el de McCarthy es uno de los legados más lúcidos y emocionantes que un padre puede brindarle a un hijo desde la distancia de los años.
En la entrevista explica que la idea le surgió en un viaje que hizo con su hijo pequeño a El Paso. Una medianoche, con su hijo durmiendo a su lado, observó el paisaje y pensó en cómo sería al cabo de 50 ó 100 años. Anotó algunas ideas, y algún tiempo después, surgió la novela.
A sabiendas de que su hijo le inspiró, el final no sorprende. El personaje del "el padre" tiene una edad indefinida -solo sabemos que supera los 40 años-, pero está enfermo: tiene ataques de tos con sanguinolentos resultados a lo largo de toda la obra. McCarthy tendría a su hijo John Francis a la edad de 65 años. La vida se agota, el mundo es como es, y los hijos continuarán viviendo en un futuro que sus padres no verán dada la edad y la enfermedad y, como es natural, los pequeños crecerán e irán adaptándose a los cambios y al mundo que sus antepasados les han legado. Esos niños se encontrarán con malos a secas, con malos malísimos, con gente-bazofia y con gente buena... En fin: es posible que hasta existan más buenos que malos, pero ¡es que los malos hacen tanto ruido! Y ciertamente éstos parecen hasta más fuertes, pero los buenos son más resistentes. No obstante, el rosicler del último amanecer no le evita al avisado lector la sensación del fracaso al que ha llegado el hombre.
Con la lectura de esta novela es inevitable no pensar en la Humanidad asumiendo las consecuencias de su trato con el planeta... Y es aterrador plantearse una existencia así. Por eso, lo que más toca la fibra sensible es la apabullante esperanza que se trasmiten ambos personajes, padre e hijo. Su capacidad de lucha y de superación. O la asombrosa dimensión humana de ese chico.
Sin duda, el de McCarthy es uno de los legados más lúcidos y emocionantes que un padre puede brindarle a un hijo desde la distancia de los años.
hola,
Está muy bien tu blog. Lo meto en favoritos para mirarlo con más detenimiento. Esta novela me gustó muchísimo.
¡Gracias, Kriptomana! ^^
Nos leemos... ;)))