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  1. Si...

    domingo, 18 de abril de 2010


    Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
    cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
    Si tienes en ti mismo una fe que te niegan,

    y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

    Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;

    si engañado, no engañas, si no buscas más odio,
    que el odio que te tengan...
    Si eres bueno, y no finges ser mejor de lo que eres;

    si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.

    Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo;
    si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
    Si tropiezas al Triunfo, si llega tu Derrota,

    y a los dos impostores les tratas de igual forma.

    Si logras que se sepa la Verdad que has hablado,

    a pesar del sofisma del Orbe encanallado.
    Si vuelves al comienzo de la obra perdida,

    aunque esta obra sea la de toda tu vida.

    Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría

    tus ganancias de siempre a la suerte de un día;
    y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
    sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

    Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,

    aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
    y se agarren contigo cuando no quede nada
    porque tú lo deseas y lo quieres y mandas.

    Si hablas con el pueblo, y guardas tu virtud.

    Si marchas junto a Reyes con tu paso y tu luz.
    Si nadie que te hiera, llega a hacerte la herida.
    Si todos te reclaman y ni uno te precisa.

    Si llenas el minuto inolvidable y cierto,

    de sesenta segundos que te lleven al cielo...
    Todo lo de esta tierra será de tu dominio,

    y mucho más aún: serás Hombre, hijo mío.


    Rudyard Kipling, 1896


  2. La balada del café triste - Carson McCullers

    miércoles, 7 de abril de 2010

    The ballad of the sad café (1951)
    Carson McCullers


    Traducción de María Campuzano
    Ed. Seix Barrall, Barcelona, 1984

    Marvin Macy era un indeseable, un asesino en potencia, un deshonra-mozas y un maleante hasta que Amelia Evans se cruzó en su camino. Entonces se produjo la metamorfosis por obra y gracia del amor y, en apenas dos años, de aquel pollo no quedó ni la sombra de lo que fue. Se arrastró por el fango por Miss Amelia, pero ella no estuvo por la labor de dejarse querer y, tras un matrimonio de 10 días de convivencia, ella le echó de su casa como a un perro.

    Amelia Evans era una mujer extraña. Pero mujer, a fin de cuentas, y humana, para más inri. Y ya que "las personas más inesperadas pueden ser un estímulo para el amor", se enamoró de un supuesto primo suyo, Lymon Willis, alias "primo Lymon": enano, feo hasta el agotamiento visual, jorobado, picajoso, caradura y llorica. Pero ella se enamoró. Perdidamente, además. Tanto o más que Marvin Macy de ella. Sin embargo ni Marvin enamorándose de una mujer como Amelia, ni la propia Amelia, enamorándose como una becerra del primo Lymon, cometieron un error. No. Nada de errores. El amor puede esclavizar, idiotizar, anular o elevar a las cumbres más altas, pero nada de errores, porque como diría Antonio Gala, es solo el mecanismo de ósmosis del amor: al jorobado lo endereza y a la mujer dura e inteligente, que no admite ni el más mínimo desliz, la convierte en una indolente...

    Carson McCullers y su marido Reeves McCullers

    Parece que en esta novela existe un trasunto de algunas de las relaciones personales de la propia autora. Dicen que tras el triángulo amoroso Amelia-Lymon-Marvin se hallan la propia Carson, su esposo, Reeves McCullers y el compositor David Diamond.
    (...) Recordando las razones por las que se divorció de Reeves, Carson omite mencionar que se sintió traicionada cuando Reeves y Diamond se trasladaron a Rochester y la dejaron fuera de esa relación triangular que ella deseaba (...)

    explica Carlos L. Dews, en su prólogo a Iluminación y fulgor nocturno: autobiografía inacabada de McCullers (Ed. Seix Barral, 2001). Otros consideran que tras esos personajes, aparte de la autora, podrían hallarse la escritora suiza Annemary Clarac-Shwarzenbach o Katherine Anne Potter, de quienes Carson McCullers estuvo enamorada, según confiesa en sus memorias.

    No obstante, todo esto es irrelevante para disfrutar de esta novela...

    Habría muchísimo que descatar en ella, y no deja de ser sorprendente, dada su brevedad. Amelia Evans es un personaje fascinante. Por ejemplo, ¿qué clase de persona podría ser capaz de regalar como prenda de amor las piedras de un cálculo renal? No, no os riáis: para Amelia esas piedras simbolizan el máximo dolor físico que ha sufrido en su vida. Y por eso se las ofrenda a su amante. Pero aún con ésas, ni las más exacerbadas muestras de respeto y de amor pueden cangearse la más mísera lealtad por parte de Lymon. El desenlace de la lucha es vergonzoso. La actitud cobarde el pueblo es bochornosa. Pero así lo quiso el Destino, y Amelia jamás renegó: se dejó llevar por la inercia de la apatía, sin más, entregándose al abandono con la misma pasión con la que antaño se dedicó al jorobado que se fue tras los pasos del exmarido y presidiario.

    No es actitud saludable el desear mal a nadie, pero qué queréis: ojalá los rumores del pueblo sobre el destino del primo Lymon fueran ciertos.
    ... Pese a Amelia.


    Carson McCullers